Estimada Sra.:
Me parece muy bien que sea una incondicional amante de los perros. Pero su ``profundo´´ amor a dichos animales no necesariamente tiene obligación de ser compartido por la mayoría de los ciudadanos, como Vd., a juzgar por sus comentarios, pretende hacer.
Respecto al párrafo tercero de la ``Guía Guardamar´´ donde menciona expresamente los pipis de los susodichos animales, yo, personalmente, paso varias veces por la Avda. de los Pinos y no veo, como Vd. dice, a ``niños, jóvenes y adultos´´ haciendo sus necesidades; puede que Vd. lo vea en sueños o tenga visiones, dicho sea con todos los respetos. También se queja de lo contrario de lo que yo opino en mi carta abierta a la alcaldesa en la que no le gusta pasear encontrándose carteles que prohíban perros, a juzgar por este comentario, me da la sensación de que Vd. cree que la vía pública es para su exclusivo uso y disfrute.
Yo también, cuando voy en carretera, no me gusta encontrarme límites de velocidad, señales de STOP o direcciones prohibidas y, menos aún, controles de alcoholemia; pero como las circunstancias son las que son, tengo que acatarlas, me guste o no.
Y por más que le pese Sra. Benito, la mayoría de los dueños de los perros carecen de los más básicos principios de civismo y respeto a los demás. Desde que se implantó la moda de los perros por las calles, éstas parecen cloacas. ¿Usted se imagina, ya que dice ser tan amante de los animales, las vacas, los cerdos y las ovejas invadiendo parques y jardines? ¿Qué opinión le merecerían? Seguro que no los defendería con tanto ahínco como con los perros; lo malo es que los caprichos de algunos los pagamos todos; los animales anteriormente mencionados, tienen el mismo derecho y, es más, en términos generales son la base de alimentación, me imagino que suya y de muchos otros seres humanos.
Los parque y jardines nunca han sido para los animales, para eso están los zoológicos. Dice Vd. en su escrito que es mejor una sugerencia que una crítica. Pues bien, yo sugiero a la Alcaldesa que cumpla y haga cumplir rigurosamente el Bando sobre animales, imponiendo las multas correspondientes y cobrando un impuesto especial por cada perro que use la vía pública, al igual que pagan todos los propietarios de vehículos, embarcaciones, negocios, etc.
Los fumadores (y yo no lo soy) pagan con creces su afición al tabaco y, le aseguro que manchan y ensucian la vía pública mucho menos que los perros. ¡Qué discriminación ¿verdad?!
Muchas ciudades han ganado la ``Escoba de Oro´´ por la limpieza e higiene urbanas, premio al que Guardamar, ni en sueños, podrá optar, salvo que lo otorguen por la mierda que dejan los canes por donde quiera que pasen, amén del abandono por parte del servicio de limpieza.
Y si no, dese Vd. una vuelta por las inmediaciones de la Iglesia parroquial y comprobará in situ, la cantidad de mierda de perro existente en las zonas ajardinadas de los alrededores, así como los focos llenos de hierbajos. Ésa es una prueba evidente de la flagrante falta de respeto y civismo por parte de los dueños de los perros. Nada les importa, sólo ellos son los dueños de todo…
Espero que Vd. no haga como una amiga mía que, en plenas facultades físicas y mentales, dijo que sentía más la muerte del perro que si se hubiese muerto su marido, y no sufría malos tratos precisamente.
En mi casa se llegó a tratar a los animales mejor que a las personas. Me explico: los animales se quedaban toda la noche con un calefactor encendido en la cocina, cuando los demás estábamos pasando frío en las habitaciones; pero un buen día, uno de los perros provocó heridas de consideración a mi padre e intentó agredir a mi sobrina, hasta que al final tuvieron que sacrificarlo. A partir de ahí, se dieron cuenta de que las personas están por encima de los animales.
En la vida, Sra. Toñy Benito, normalmente no se debe caminar al revés, cada cosa en su sitio; y si tanto le gustan los perros, que hagan sus necesidades en su casa como yo las hago en la mía, o pídale a la Alcaldesa que habilite pipicanes, como hay en otras ciudades españolas.
Me despido de Vd., sin rencor ni el más mínimo ánimo de ofenderla, pero poniendo los puntos sobre las íes, llamando a las cosas por su nombre.
Carlos Pérez López
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